viernes, 31 de julio de 2015

EL SEXO NO DE CUALQUIER POSE : una respuesta para estos tiempos


Marco Antonio Guzmán Neyra | Facebook



Dios le dio al ser humano la esencial vocación a ser un ser de relación. Así, cuando Dios dijo, que no es bueno que el hombre esté solo (Gen 2,18) afirmó que el ser humano, aislado en su individualidad, no puede realizarse completamente.
 
Él se realiza sólo en la medida que existe ‘para alguien’. Y para esto Dios le dio al ser humano el don de la sexualidad. ¿Con qué fin?
 
La sexualidad es un regalo de Dios gracias al cual una pareja de casados experimenta no sólo la finalidad unitiva o el bien de los esposos (con la alegría, el placer y la grandeza de la íntima comunión que implica); sino que también implica la finalidad procreadora(catecismo de la Iglesia en el numero 2363).

 
La finalidad procreadora del matrimonio pide que la sexualidad esté siempre abierta a la vida, pero de manera responsable (esto implica los métodos de planificación natural).
 
Pero esto tiene sentido dentro de un contexto de fidelidad, de orden, de continencia, de disciplina.
 
Por tanto la finalidad procreadora de la sexualidad excluye, sin bajar a detalles pormenorizados, cualquier otro uso ilícito o inmoral de la misma; es decir, el uso lícito de la  sexualidad excluye otras prácticas sexuales que en nada tienen que ver con la transmisión de la vida. 
 
La sexualidad hace parte intrínseca de la vocación al matrimonio, que hay que desempeñar con un amor que tiene que trascender.
 
La vocación matrimonial, ejerciendo una sexualidad sana, correcta y normal, es una vía recta hacia la santidad de los esposos.
 
Y aquí recordemos el respeto por el cuerpo, pues éste debe ser templo del Espíritu Santo, como dice san Pablo.

Cada pareja se pregunte: ¿Con sus actos sexuales se va en esa dirección? O por el contrario, ¿sus actos sexuales rayan en la vulgaridad, en la indecencia o la deshonestidad como consecuencia de una falsa concepción del amor o de la libertad?.  

La respuesta la tendrá cada pareja escuchando la voz de la conciencia; claro, si la conciencia está bien formada.

Si la pareja de esposos se relaciona sexualmente de forma indebida y deshonesta se debería confesar sin dar muchos detalles.

Es cierto que las acciones humanas tienen que tener como base la libertad, pero el ser humano de hoy ha hecho de la libertad, que sólo es un instrumento, un fin de sí misma; y, de este modo, está experimentando lo que ya se sabe: que la libertad no libera, libera la verdad.
 
Hay quienes en nombre de una idea equivocada del amor y de la libertad o por la deformación del juicio de la conciencia quieren eliminar cuanta
norma ética o moral haya que regule la sexualidad para satisfacerse sexualmente o para dar rienda suelta a sus instintos.

Para este tipo de personas serviría mucho una imagen, pues una imagen vale más que mil palabras. Imaginémonos  un barril de vino sin sus respectivos anillos de hierro; ¿qué pasaría?.
 
Pues notaríamos que el barril perdería el vino por todas las rendijas. Podríamos titular la imagen precedente con la frase: ‘lo que se pierde por la libertad’.

Por tanto la sexualidad será ejercitada lícitamente dentro del contexto del matrimonio pero con respeto, con dignidad, con madurez humana, con decencia, con normas.
 
La sexualidad es una cosa muy seria; no es para banalizarla, ni para jugar con ella, ni para tergiversarla, ni ocasión para instrumentalizar a la otra persona, ni será nunca un pasatiempo.
 
La sexualidad procura un placer, pero este placer no debe ser conseguido a cualquier precio.
 
Y el placer que Dios ofrece como aliciente al cumplimiento honesto y correcto del fundamental deber conyugal, es lícito y bueno, y está santificado por Jesucristo, que dignificó el matrimonio al elevarlo como sacramento
Es decir, el placer es bueno cuando lo experimentamos dentro del fin para el cual Dios quiso al ser humano sexuado; pero es malo, deshonesto, inmoral cuando, por buscarlo, nos apartamos de la voluntad de Dios

 
Mientras no haya pecado, los esposos no deben considerar los actos de su vida matrimonial como un obstáculo para recibir la Sagrada Comunión.
 
Recordemos que el goce desordenado del placer sexual se llama lujuria y éste es un pecado capital, y si es capital es un pecado que genera otros más o menos graves.

 
Hoy en día los medios de comunicación presentan con frecuencia ciertos comportamientos sexuales como normales en el sentido de no patológicos; pero esto no significa que sean morales o conformes a los principios de la Iglesia.

 
Reducir el amor a sensaciones placenteras es degradarlo, pues el amor tiene una vertiente espiritual que es superior a todas las técnicas de manipulación de los órganos. 
Sexo
 
La genitalidad es uno de los aspectos de la sexualidad de la pareja, pero ni es el más importante ni es el más urgente, ni es el de mayor peso, ni es el más prioritario.

 
El amor es mucho más. Lo demuestran los abuelos que, sin ejercer la sexualidad, se siguen amando; es más, es un amor cada vez más puro, sublimado, más real o auténtico.
 
 
Lastimosamente hoy hay quienes, incluso dentro de los hijos de Dios, llaman madura, progresista y civilizada a la persona que, para ejercer la sexualidad, rompe moldes morales según le apetece.

Yo creo que es mucho más civilizada y madura la persona que tiene dominio propio, y sabe comportarse dentro de una rectitud moral.
 
Si se ejerce la sexualidad se tiene que hacer lejos de toda mentalidad erotizada; mentalidad que hace suponer que el ejercicio del sexo es la mayor felicidad del mundo y después resulta que no es así; pues las sensaciones carnales son efímeras, pobres, superficiales y dan menos que la felicidad espiritual.

 
Además dicen los sexólogos que la actividad sexual no es lo más importante en la vida de pareja.

 
Hay sexólogos que cifran todo el éxito de la pareja en que el sexo ‘funcione’ bien; lastimosamente tienen una visión de la pareja unidimensional. Reducen todo el amor a la mecánica de la genitalidad.
 
El ser humano es mucho más que un animal ávido de sensaciones. El ser humano puede amar, puede comunicar ideales e ideas, puede sentir una armonía espiritual; y todo esto le lleva a una plenitud gratificante. La felicidad humana es mucho más que un simple placer sensitivo. 
 
El sexo se ha convertido en un bien de consumo aun dentro del matrimonio, y muchas veces se vive el sexo sin amor. ¿El resultado? Un hastío que desemboca en un vacío interior.

 
La sociedad y los miembros de la Iglesia deben hacer un esfuerzo por devolverle a la sexualidad el puesto que merece por el valor que tiene, pero parece una tarea imposible, pues la gente va a la cacería de experiencias diferentes, de mayores y nuevas sensaciones que van más allá de la racionalidad.

Sin ánimo de ofender a nadie, los animales irracionales, en el uso de los órganos sexuales, dan ejemplo al ser humano

Fácilmente se llega a las aberraciones más indignantes, a abusos y perversiones sexuales. Esta sociedad erotizada está convirtiendo a muchos en auténticos maniacos sexuales, hambrientos de toda clase de anormalidades. A veces se llega incluso, dentro del matrimonio, a buscar el placer con agresividad.

 
La sociedad de hoy parece inculcar y promover unos lemas: ‘Viva la liberación de tabúes; afuera los escrúpulos anticuados’. Bajo estos lemas vamos hacia un pansexualismo degradante.

 
Se está produciendo, a escala mundial, una desconcertante exaltación del sexo, del nudismo, de la obscenidad que lo invade todo, dando origen una
triste quiebra de la moral pública  y privada. 

Pero cuidado que la moral sexual católica no reprime el sexo, lo domina, que no es lo mismo. Reprimir tiene un sentido peyorativo; dominar, no. El sexo hay que dominarlo.

En la vida no podemos hacer todo lo que nos apetece; el apetito no es la suprema norma de conducta. Se hace lo que hay que hacer a través del correcto, sano y lógico uso de los órganos sexuales, y cuando hay que hacerlo.

Al instinto sexual le apetecen muchas cosas que no podemos ni debemos hacer. El apetito hay que subordinarlo a un orden superior. 

Pero tampoco se trata de poner al apetito sexual una camisa de fuerza, sino de encauzar el apetito sexual para que cumpla la finalidad querida por Dios. Las cosas encauzadas son útiles, desbordadas son catastróficas.

El instinto sexual desbordado en prácticas sexuales extrañas esclaviza al ser humano, lo animaliza y lo lleva a las perversiones sexuales más monstruosas y degradantes.

La moral sexual católica también busca liberar a la mujer de la instrumentalización  del hombre y la dignifica, exigiendo para ella el máximo respeto.


Fuente :
Padre Henry Vargas Holguín

Los gráficos implícitos corresponden al editor en este blog. 

miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA LEY NATURAL : PRINCIPIOS QUE DEBEMOS SABER

Principios que debemos saber para 
ser coherentes con la naturaleza creada".

Por Marco Antonio Guzmán Neyra | Facebook


La ley natural es la manifestación de la Ley Eterna en el hombre. Es una luz intelectual que Dios ha inscrito en el hombre, con el fin de que éste pueda conocer tanto el bien que debe hacer de manera necesaria, como el mal que debe evitar.
La ley natural es poner el Amor de Dios en lo natural, en la vida de los hombres por una vía natural.
Esta ley natural es distinta a la ley de la gracia, a ley divina y a la ley del Espíritu.
En la ley natural, el entendimiento del hombre se inclina naturalmente, sin ningún esfuerzo, a la formación de juicios prácticos relacionados con el bien que hay que obrar y el mal que hay que evitar. El hombre conoce naturalmente lo que tiene que obrar y lo que no tiene que obrar, lo que tiene que evitar. Es la manifestación divina de la verdad en la mente de todo hombre: todo hombre, conoce, con su razón humana, la verdad: es decir, el bien que tiene que procurar y el mal que debe evitar.
Esta es una verdad natural y, por tanto, de ella, sale un bien natural para el hombre o un mal natural. Esta verdad natural es distinta a la verdad de la gracia, a la verdad divina o a la verdad del Espíritu.
El hombre, por la ley natural, está circunscrito a una verdad natural que está obligado a obraría si no quiere perder su alma. Esa verdad natural es una participación de la verdad divina, no es toda la verdad divina.
El hombre conoce, por vía natural, el bien y el mal. Son preceptos concretos que todo hombre tiene que obrar: honrar a los padres, dar a Dios el culto debido, evitar el robo, unirse a una mujer (si es hombre), unirse a un varón (si es mujer), ser mujer para ser madre (no hay que abortar, no hay que ser como el varón, no al feminismo), ser varón para administrar el bien de una familia (no para construir un mundo de ciencia, de técnica, de progreso humanístico), etc…
La ley natural es cierta impresión de la divinidad en el hombre (cfr. Sto. Tomás, 1-2 q. 91, a.2 c), la irradiación de la misma (q. 93, a.2 c); es su propia imagen, luz, resplandor del rostro divino.
La ley natural es una norma, no sólo indicativa, sino preceptiva, obligatoria, común a todos los hombres, universal, impuesta por Dios, que es promulgada en la misma naturaleza del hombre.
No hace falta una revelación divina para honrar a los padres, ni para dar culto a Dios debido o para unirse con un hombre o con una mujer. El hombre los conoce mediante su luz natural. Y, por tanto, ningún hombre está obligado a hacer o a seguir una ley para obrar lo natural: tiene la ley en sí mismo, inscrita en su propia naturaleza. Y ninguno hombre puede poner una ley en contra de la ley natural: es ir en contra de su propia naturaleza humana.
Muchos niegan esta ley natural, su origen divino, niegan la diferencia intrínseca y esencial entre el bien y el mal y, por lo tanto, todo es bien, no hay males; otros quieren poner la existencia en el hombre de los principios prácticos en la sociedad, en la educación, en la legislación positiva, en el estado; otros propugnan la autonomía de la razón humana para indicar lo que es bueno y lo que es malo; otros dicen que es necesario la revelación divina para promulgar esta ley; otros señalan que la ley natural es sólo una especie de continuación de la ley de la conservación de la naturaleza; otros niegan que Dios pueda imponer Su Voluntad a través de esta ley natural.
Es distinta a la ley revelada, la ley natural es lo que los seres humanos podemos conocer, por medio de la razón. Es lo que está al alcance de la razón sin recurso a la fe.  La ley natural es "La participación de la criatura racional en la ley eterna-Sto. Tomás de Aquino; Summa Theologica, 1a, 2ae, quest. 91, art.2.
La ley moral natural, según Santo Tomás de Aquino, "no es otra cosa que la luz de la inteligencia infundida en nosotros por Dios. Gracias a ella conocemos lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Dios ha donado esta luz y esta ley en la creación

Las propiedades de la Ley Natural son : 

  • La ley natural posee un valor objetivo.- Está impresa por Dios en los hombres y no depende de ideas propias o pareceres subjetivos. Se puede juzgar con acierto o error respecto a ella, pero la ley natural es independiente de esas opiniones; (relativismo).
  • La ley natural es universal.- Abarca a todos los hombres. A pesar de diferencias de razas y culturas, todos poseen la misma naturaleza humana y por tanto los mismos derechos y deberes fundamentales; (discriminación).
  • La ley natural es inmutable.- Permanece a lo largo de la historia. Mientras el hombre sea hombre, no pueden alterarse las normas que le afectan por el hecho de ser humano.
Y por último el resumen mejor de la ley natural se contiene en los diez mandamientos.

martes, 16 de diciembre de 2014

VIDA VIRGEN CASTIDAD POSIBLE : PHIN LYMAN

 Phin Lyman jamás pensó que sus palabras tendrían tanta trascendencia. Este joven inglés es portada en todos los periódicos. La razón: es virgen, y está orgulloso de ello. 
¿Quién diría que un joven saldría en los periódicos por su decisión por ser virgen hasta el matrimonio? Quizás nuestros abuelos jamás se lo habrían imaginado, pero hoy en día es algo tan extraño que merece salir en el periódico. Por lo menos así lo ha creído The Guardian, un periódico inglés cuya inclinación nunca ha ido especialmente hacia los valores cristianos. La noticia causó tanto furor que el mismo periódico ya ha sacado tres ediciones de la misma noticia, y ésta ha sido reproducida por otros grandes medios británicos, entre los que se incluyen The Times y The Daily Beast, uno de los más leídos entre el público joven de Inglaterra.
«Para ser sincero, me pregunto ¿qué problema hay en esperar? ¿Porqué pensamos que todo tiene que ser rápido? Comida rápida, bronceado rápido, sexo rápido.» Con esas palabras, Phin Lyman abre un carta abierta escrita para The Wellingtonian, una revista publicada en su colegio, y que causó tanto impacto entre sus compañeros que los medios hicieron lo posible por hacerse con la exclusiva.
En su carta abierta, Phin deja muy claro cuáles son sus principios. Pero no habla de ideas rígidas, sino de argumentos, de razones por las cuales él sabe que su elección es la mejor: «Creo que el sexo es un signo asombrosamente fuerte entre dos personas. Piensa en ello como un pegamento. Una vez que has tenido sexo con alguien, estás conectado con esa persona emocional y físicamente. Si rompes ese vínculo, dejas abiertas las cicatrices donde estuvo el pegamento. Es por eso que el “sexo casual” nunca funciona a largo plazo, simplemente no funciona.» Phin reconoce sin temor que estas ideas vienen de sus creencias cristianas, así como una visión romántica del amor.
Curiosamente, los estadísticas demuestran que Phin no está solo, cada vez más, los jóvenes de Inglaterra eligen abstenerse antes de tener relaciones esporádicas, y varios han descubierto que mantener relaciones con mucha gente no satisface sus necesidades emocionales, sino que las empeora.
«No menos del 27% de los hombres entre 15 y 24 años se reservaron de tener cualquier tipo de contacto sexual en 2011. Ésto está por encima del 2002, cuando solo un 22% dijo nunca haber tenido contacto sexual con otra persona. Supongo que al final no soy el único loco por ahí.» dice el autor de la carta.
Ahora, ya son muchos los varones jóvenes y exitosos que han abogado por la virginidad hasta el matrimonio, reconociendo que es el camino más pleno para vivir una buena relación matrimonial. Hace tan solo unas semanas, en Infovaticana publicábamos la adherencia de David Luiz a este estilo de vida. Veremos cuántos más se suman a esta invitación de Cristo y la Iglesia.

fuente : infovaticana 

Marco Antonio Guzmán Neyra | Facebook